Y me refiero al imaginario planeta que James Camerón llevaba cocinando en su mollera desde hace años y que nos muestra tridimensionalmente en su última producción “Avatar”.
Un mundo en el que todo se interconecta con reglas de equilibrio cósmico y donde se intuye una optimista solución simultánea a varias de las encrucijadas con las que llevamos peleando los humanos desde el inicio de los tiempos. La Naturaleza, Dios, el Amor e incluso la Economía, se presentan como ingredientes de un potaje que encajan a medida cada uno en su lugar, dejando una extraña sensación final de que si no mejoramos nuestros niveles básicos de felicidad en la vida real, es porque no nos da la real gana.
Centrándonos en temas menos utópicos y desgraciadamente más fáciles de encontrar en el día a día, recuerdo una pregunta que me hizo hace un año un periodista en una entrevista que recogía mi despedida de la Cámara de Comercio de Huesca, en la que me solicitaba un consejo para empresas que les sirviera para afrontar la crisis. Yo le respondí que las fórmulas, eran básicamente las mismas que cuando todo iba bien, sólo que ahora quien no las aplicase, estaba muerto seguro.
Máxima competitividad basada en mínimos costes de estructura y con posibilidad de variar de la misma forma y velocidad que los ingresos, para lo cual, se requería de una buena gestión con planificación estratégica y presupuestaria que evitase al máximo las sorpresas. Innovación y formación permanente. Marketing adecuado y exquisita selección de los mejores colaboradores en cuanto a socios, empleados, proveedores, clientes e incluso bancos (alguno hay). Y todo esto remojado en un indiscutible mejunje de de HONESTIDAD PERSONAL.
La Honestidad, nos hará ser lo suficientemente sinceros, humildes, legales, solidarios y trabajadores para evitarnos todos los daños colaterales que su ausencia provoca a medio o corto plazo en cien de cada cien casos.
Sinceros, para poder pagar lo que se debe, sin engañar ni incumplir contratos firmados bajo hemorragias de optimismo que han sido la tónica habitual en estos últimos años.
Humildes, para poner en duda permanentemente que seamos los mejores y que ya lo sabemos todo y ello nos haga estar en absoluto estado de alerta, apostando en estrategias de formación e innovación en nuestros mercados, que ya rompieron de una vez todas las fronteras de los atlas que estudiamos cuando éramos niños, globalizándose y que pueden vomitarnos fuera de los mismos en un chasquido, al ser sustituidos de un día para otro, por otro proveedor más barato, rápido y simpático.
Legales, porque si todo el tiempo que se ha perdido en no aprender o en intentar no cumplir la ley (fiscal, mercantil, laboral y a veces la civil), lo hubiésemos destinado a hacer las cosas bien siguiendo los consejos de los profesionales que nos avisaban permanentemente de ello, no hubiéramos incurrido en estúpidos costes de inspección o de arreglo de problemas que al principio no fueron estructurales y que inicialmente no era tan caro ni tan complejo evitar a las buenas.
Solidarios para poder mirarnos al espejo con una sensación de que no todo es generar riqueza material ni posicionamiento social. Porque al final, “la vida es como una carrera en el que el primero que llega, muere”. Y que aunque es imposible arreglar el Mundo entero con acciones individuales, sí que está a nuestro alcance ayudar a personas que todos los estados e instituciones del planeta Tierra decidieron dejar a su puñetera y desgraciada suerte. Algunas de ellas viven en nuestro barrio seguro.
Y trabajadores, porque todo lo anterior solo se consigue arrimando el hombro. Dando toda la capacidad disponible para que nuestro entorno mejore. Y si aún así no alcanzamos los objetivos marcados, al menos podremos disfrutar del atenuante sentimiento de haber luchado como jabatos, en vez del de haber hecho el “gamba” renunciando a ver la realidad, intentando aparentar ante los demás, que todo va bien y comprobando en nuestras hechuras, que aquello de que “las desgracias solo les pasan a los demás”, era tristemente falso.
Estas recetas que son difíciles del encontrar en manuales técnicos de economía, están al alcance de todos. No es preciso tener dos licenciaturas o hacer un caro “master” de gestión de empresas para acercarse a ellas y probablemente a nuestros abuelos les hubiera costado entenderlas mucho menos de lo que a nosotros, porque los tiempos eran otros y las necesidades también.
No nos lo contaron en la facultad, pero hoy, a pesar de la existencia de herramientas para todo, modelos logísticos increíbles, nuevas tendencias “gurús” que pretenden solucionar los nuevos problemas de la actual economía, ya no hay margen en ningún negocio conocido, que no requiera llevar pistola para “vender” y que se encuentre dentro de la finca de lo legal, que dé la suficiente riqueza a su promotor, como para poder sobrevivir con márgenes más o menos seguros por encima del precio del dinero, sin una combinación perfecta de éstos valores humanos con una exquisita gestión empresarial.
Hasta hace poco tiempo ha ganado dinero cualquiera. Muchos (demasiados) empresarios que no sabían (ni aprenderán ya) a hacer la “O” con un canuto, porque los mercados eran suficientemente bondadosos para comprarles hasta a ellos. Y si no, para eso estaba el banco que nos permitía hacernos con casi de todo que realmente no necesitábamos y éramos felices y nos comimos todas las perdices. Lo de encontrarnos con “monos con ballesta” en puestos de responsabilidad de las empresas, ya se ha terminado...
Continuará..
Artículo publicado en Diario del Altoaragón, El Confidencial y Client & Management
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