viernes, 17 de diciembre de 2010

(LOPD) Y parió la abuela..

Y es que no se me ocurre otra expresión para definir lo que se siente cuando estás todo el día deambulando entre empresas heridas en el campo de esta batalla que nos está marcando el actual mercado.

Analizando uno de los productos (Dataley), que en nuestra nueva compañía “PodNet Market Solutions” acabamos de incorporar para su comercialización, he tenido que bucear en un área que sospechaba importante, pero que como la mayoría de los empresarios “pymelianos”, estaba dejando para más delante de forma perenne, esperando quizás a aprender a base de dolor, ampollas y sangre, que es como casi siempre y mejor se aprenden la mayoría de las cosas al final. Es que nos encanta la vara.

Resulta que la Ley de Protección de datos, data de hace “sólo” 10 años. Resulta también que es de obligatorio cumplimiento (como el resto de las leyes) para todo aquél que tenga un solo fichero con un solo dato personal. Es decir, están sujetas a la misma, todas las empresas, las fundaciones, los autónomos, los profesionales liberales, las comunidades de bienes, las de vecinos, las asociaciones de cualquier tipo… yo que sé… de músicos, de magos de cartas, de peinadores de bombillas , de fans de la Belén Esteban, etc... Es decir, “To quisqui” ha de adaptarse a su cumplimiento sí o sí.

Si además, caemos en que dicha ley deviene de un derecho fundamental que por supuesto hay que proteger como es, el del cuidado en el manejo de los datos particulares de la persona, que son los que en definitiva pueden circular en la red y los que provocan que una mierda de empresa te llame mediante una simpática paragüaya a las 4 de la tarde (para que?...... paragüaya) en la siesta del sábado, preguntándote si quieres cambiar de compañía de móvil, pues la verdad es que jode. Y jode más si resulta que pretenden que te hagas cliente de quién ya lo eres desde hace dos meses, porque es tanta la estupidez que dimana esa forma de perder dinero y futuros clientes, que te impide recuperar el hilo de ese sueño de sofá tan chulo que se tiene habitualmente con la tranquilidad del fin de semana.

Y como ocurre en España normalmente, donde conviven las peores y las mejores estadísticas del mundo mundial, o no llegamos, o nos pasamos cuatro pueblos, y en este tema somos como en el futbol y las motos, los campeones del Mundo.

Que alguien me corrija si me equivoco al decir que la Agencia de Protección de Datos es un ente público que se autofinancia con sus propios ingresos. Es decir, cuantas más sanciones, más “ventas”. Cuantas más “ventas”, más recursos para contratar nuevos inspectores, con lo cual, más “ventas” a su vez y así seguirán hasta que TODOS los indicados anteriormente acabemos cumpliéndola, que lo haremos tarde o temprano. Unos por convencimiento y otros a base de latigazos.

Menos mal que nuestro actual Estado, modelo a copiar de competitividad, es eficiente y austero como nos pide a diario que lo sean nuestras empresas y gracias a ello y a la actual coyuntura económica, nuestro record en porcentaje de endeudamiento público sobre el PIB, le produce sobrantes de dinero para "sus cosas" y esto ayuda a que la Agencia, no tenga un carácter recaudatorio “extra” y por ello, los cumplimientos de estas y otras leyes parecidas no se traducen en mayor persecución a las super-rentables pymes y autónomos, que como se ha ido diciendo en la prensa estos días, suponen más del 90% de la generación de empleo en nuestra patria. Tururú! (tendré que cambiar la marca de este pacharán maldito, que me inspira para tocar blues, pero me deja terribles resquicios alucinógenos).

Resulta que, haciendo un sondeo por pymes de confianza, casi nadie sabe de lo que le estoy hablando de si tiene o no la adaptación a la LOPD (Ley Orgánica de la Protección de Datos). Y el que lo tiene, como mucho, en la mayoría de los casos, pagó un “güevo” a una consultora que lo único que hizo fue procesarles los ficheros registrándolos por internet en la Agencia, que es sólo un 10% de los requisitos que hay que cumplir para evitar el riesgo de sanción, porque no tiene ni el Manual de Seguridad, ni aplica en su actividad diaria los procesos necesarios para evitar la debacle en caso de inspección. Pero estemos tranquilos porque la sanción media del ejercicio 2.009 son sólo unos 60.000€. ¡Bah!. ¡Calderilla!. No nos preocupemos por este tema.

Además, las empresas grandes (telefónicas, jazzteles, onos y demás) ya están haciendo las cosas medianamente bien y ya no les caen regalitos como estos años atrás de 300 a 600.000 €, por lo que ahora, para mantener el nivel de “ventas” de la Agencia, están empezando a darle caña a las pymes, con lo que el riesgo de tener una visitilla de estas se multiplica por 10 cada año. “Al loro”, colegas.”Muy al loro”.

Y es divertido cómo decía, cómo muchos “microempresarios”, que todavía resisten como jabatos al más puro estilo de “El Alamo”, tirándole al enemigo piedras, ladrillos y los zapatos si hace falta, defendiéndose con uñas y dientes de todos los enemigos, bancos, morosos, impuestos, proveedores, empleados cabreados (véase el caso extremo de Olot), les suena de alguna charla o porque el gestor algo les había avisado y cuando reciben una inspección porque un simple trabajador o la competencia mismamente, le ha denunciado a la Agencia y el funcionario les pide los currículums vitae, él los muestra inocentemente sin la aceptación expresa del candidato y sin ninguna sensación de estar haciendo nada mal. Y esto, queridos lectores, es parecido a que si en un control de policía, te preguntan si tienes drogas en el maletero y tu contestas “Bueno, sí, pero náaa. Sólo 20 kilos de cocaína y no son para mí, que son para vender a los amigos”. ¡ÑACA!.

Y cuando le caen 6 o 10 o incluso 30.000€ de multa por esa chorrada, le parece increíble, porque a la vez que desconocía la gravedad de su incumplimiento, estaba apurando el ahorro de costes apagando las luces, bajando la calefacción, quitando el café o anulando móviles que no se empleaban y se le queda la cara de gilipollas.

Y en ese momento como en muchos otros, intenta recordar de nuevo, en qué puto instante de su vida, se le ocurrió hacerse empresario, contratar a gente y meterse en esa loca aventura que en definitiva le supuso ser emprendedor de mierda en vez de hacerse controlador aéreo. Se da cuenta de que son demasiadas sus cicatrices y ahora sólo añora tener lo justo para vivir, un minuto de paz y una noche de sueño tranquilo.

Así que, queridos lectores y sobre todo Srs. empresarios, ya sé que no es una buena noticia. Pero, quien quiera ser exquisito en la gestión y resista el actual temporal, deberá empezar por lo fácil, que es cumplir la ley. Eliminar de cuajo el riesgo de que una simple denuncia de un empleado cabreado, de la competencia, o de un proveedor al que le haya tenido que retrasar un pago o reducir la cifra de pedidos, le meta en un lío de esos de tener que cerrar la empresa por no poder acometer la pasta que supone la sanción. Y además, que sepáis que la Agencia de Protección de Datos, sí que, como La Agencia Tributaria, son súper-eficientes y no se andan con chiquitas.

Por cierto, si alguien no sabe a quién acudir para solucionar este asunto y aunque no me dedico a las ventas directas, que cuente con mi sugerencia al respecto, que es bastante asequible y cubre el 100% del riesgo comentado en este artículo (joseluis@podnet.es) y le atenderé gustosamente aclarando que estas líneas no tenían otra intención que compartir con vosotros la precaución que requiere este tema y ayudar desvanecer esa sensación vomitiva que se tiene cuando estás todo el día luchando y viene alguien a ayudarte a morir con una inspección de algo que ni siquiera conoces, y que entonces cuando piensas:

“¡Jopete!. Eramos pocos y parió la abuela…”

¡¡FELIZ NAVIDAD!! :)

lunes, 27 de septiembre de 2010

La República Independiente de mi Alma

Tenía un artículo medio hilado sobre cómo destrozar una empresa aplicando 10 técnicas, pero las actuales circunstancias me han producido unos sentimientos que piden paso urgente a éste adelantándolo, pintando palabras en el papel (la pantalla en este caso), para no explotar en mi interior.

La muerte de José Antonio Labordeta con quién no compartía todas las ideas, pero que admiré de él su valentía y honestidad y un vídeo sobre Venezuela, en el que se pone de manifiesto la importancia de la persona individual otorgándole la responsabilidad directa o indirecta de todo lo que se forja a su alrededor, me incita a contaros algo que está dentro de mí hace tiempo y que me atrevo a desnudar ante vosotros. Espero no arrepentirme de ello…

Tuve que probar políticamente varias veces la derecha y luego la izquierda (ya no recuerdo en qué orden), dándome cuenta de que al final, ninguna de las dos opciones contemplaba las ideas mínimas que por lo que fuera, necesitaba para sentirme cómodo entre sus siglas, aunque fuese simplemente en el ratico de votar. Y llegué a la conclusión de que siempre me arrepentía meses después de elegir la papeleta que al final acababa depositando en el buzón. Entonces, probé a adoptar otras soluciones de “centro” y también la cagué.

Me moría de la risa cuando en mi época de Director General de la Cámara de Comercio de Huesca, donde a mi humilde entender, es recomendable andar libre de ideologías políticas que puedan “ayudarte” a tomar otras decisiones que las que la propia Ley de Cámaras deja perfectamente marcadas en su texto, todos mis contactos políticos pensaban que yo militaba en “los otros”, con todas combinaciones disponibles. Los del PP que era del PSOE, los del PSOE que del PAR, etc… Yo sólo sonreía pícaramente cuando me hacían un “grado 3” interrogándome.

Al final, descubrí que tenía amigos honestos, trabajadores y maravillosamente locos en los tres partidos mencionados, además de en la CHA, y con todos ellos a veces incluso mezclados a la vez, cenábamos, bebíamos y teníamos unas tertulias de esas que si sacas a pasear humildemente el don de escuchar, te ibas al catre con la sensación de haber aprendido más cosas importantes con ellos, que todo lo que absorbí en la carrera de Ciencias Empresariales de las de antes de 5 años, como poco.

Al final también, me he dado cuenta de que con el tiempo y la experiencia vas andando el camino de la vida, en la que te llevas muchas alegrías, pero alguna navajada trapera también y revisando las cicatrices, me he ido replegando en mi propio territorio de creencias más contrastadas, tomando y dejando en el camino, unas ideas de unos y otras de otros, configurando mi propio pensamiento y decidiendo quedarme a vivir para siempre en “LA REPUBLICA INDEPEDIENTE DE MI ALMA”.

Potaje de pensamientos que no tiene un soporte fijo con logotipo o líder concreto, basado en un derecho natural, que depende fundamentalmente de sentimientos de libertad, honestidad, de solidaridad, de protección al planeta en el que vivimos y siempre desde un prisma de escucha y respeto a todas las ideas capaces de ser pensadas por la “buena gente” que sólo quiere poner su granito de arena para mejorar este Mundo en el que nos ha tocado vivir.

Es por eso, que me encanta la intervención del estado en temas sociales, de seguridad, de la justicia y me gustan a la vez las oportunidades que te favorece la existencia de un libre mercado internacional, donde se respeten escrupulosamente los derechos humanos y donde los mejores, más inteligentes y más trabajadores puedan triunfar por encima de los vagos, listillos y ladrones con o sin corbata, que no hacen más que estorbar a los demás y todo desde un prisma de solidaridad con TODOS los necesitados, con unos ejércitos unidos protegiendo siempre a los débiles, sean de la religión o el color que sean, independientemente del posicionamiento estratégico de sus territorios y de sus riquezas naturales.

Amo la democracia bien entendida y la amaría mucho más si el nivel de conocimiento social (llamado habitualmente “cultural”) fuese más elevado que el actual (revisad las parrillas de la actual TV y el horario del programa de Eduard Punset por ejemplo) y el pueblo pudiera defenderse con una mejor educación, de todas las estrategias de manipulación masiva pre y post electoral que se usan ya con operatoria casi de manual.

No soporto ver cómo en determinadas geografías, estás obligado a morir por una peritonitis por estar a más de dos horas de ambulancia o de un centro médico con recursos suficientes para operar de urgencia o tengamos que desplazar a miles de niños casi bebés, para que reciban su primera educación, cuando los padres pagan en sus negocios o nóminas (si tienen la suerte de tenerlas), los mismos porcentajes de IVA, IRPF o Sociedades que yo, por ejemplo, que vivo en el centro de Zaragoza y que tengo en un radio de 10 minutos andando, 5 hospitales y una docena de colegios. Para un habitante de Revilla en el Pirineo de Huesca pegado a Francia, el que está lejos no es él, sino el Hospital..

No puedo callarme ante los genocidios de finales del siglo XX y XXI, mientras yo estaba aquí tan pancho, pensando que aquellas barbaries terminaron con el “joputa” de Hitler y que en el formato actual que queramos, de guerra tribal o de simple dejadez, son nuestra responsabilidad y que individualmente preferimos auto-excusar adoptando una actitud pasiva, diciendo que una sola particular actuación no va a solucionar el problema.

Una gran señora, Consuelo Crespo, presidenta de UNICEF España, con quien tuve la oportunidad de hablar personalmente en un par o tres de ocasiones, me lo dejó clarito. “Ya sabemos que tú sólo no puedes arreglar el hambre del Mundo, pero sí que puedes salvar la vida a ese niño de ahí si le das de comer y alguna medicina (señalándolo con el dedo)”.

Me cabrea enormemente que se esté perdiendo el tiempo, el dinero y los ya escasos recursos en todos los preparativos de la próxima huelga general de imagen, donde nadie va a cambiar nada y ya se sabe por todos y que van seguir algunos queriendo y otros por obligación, al no poder ni siquiera ejercer su libre derecho al trabajo y desplazarse a sus puestos y lo peor de todo es que serán incorrectamente contabilizados y tampoco pasará nada. Aquí, o llevas una pancarta grande y cortas el tráfico jodiendo a “todo kiski”, o a callar como si estuvieras de acuerdo con todo.

Ese día, pienso madrugar más y trabajar el doble que cualquier otro normal, para compensar en la parte de responsabilidad que a mí me toca, el destrozo que en nuestra maltrecha economía, va a producir seguro. Lo que nos faltaba!. Bomberos apagando el fuego con lanzallamas repletos de Napalm para despistarnos de lo realmente importante. Ya me estoy pre-cachondeando de las cifras que darán unos y otros orgullosos del éxito obtenido, con diferencias del 50% en los datos de participación. ¡Qué vergüenza!. No cuela, Srs.. No cuela.

Con las chorradas, minutos de Televisión, dietas de los que se reúnen para pactar los servicios mínimos y pérdidas de nuestras empresas y negocios que tendrán dificultades para desarrollar su honrosa actividad, se podrían pagar con sobras las nóminas pendientes de los pobres mineros que ven como sus vidas y sus territorios están condenados a la extinción. Que se encierren junto a ellos en la mina a ver cuánto aguantan.

Y porque creo que todo esto que estoy diciendo, lo vais a entender muchos de vosotros y que incluso podría haberlo escrito cualquier otro antes en mi lugar, lo digo alto y claro. Y lo digo tan públicamente como me sale de ahí, para ver si consigo estimular un gramo la conciencia de quienes estáis entendiendo claramente lo que intento transmitir con toda humildad en el más puro estilo LABORDETA. ”¡Hala a la mierda!”

¿Que porqué no hacemos un partido político con todo éste resumen y más ideas similares , que aparentemente triunfaría?. Pues porque el propio sistema que nosotros mismos alimentamos, lo fagocitaría (ver caso de Rosa Díez). Porque para empezar, todo lo que he dicho, sería suscrito frunciendo el ceño y asintiendo como la perra de mi padre (que te mira “así como si te entendiera”), por todos los partidos políticos en un amplio porcentaje del contenido y dirían que casi todo ello, ya está contemplado en sus programas actuales. Es como en el caso de Labordeta. Ahora, de repente, todos lloran su muerte y quieren salir en la foto final, hasta los que le ponían a parir hasta hace 4 días aun sabiendo que se estaba muriendo.

Porque como dice el valiente vídeo Venezolano, “Deja de Criticar... Haz” (disponible en youtube), la responsabilidad de todo lo que nos pasa (refiriéndose a ese bendito país), es solamente nuestra y de nadie más y hemos de empezar a pensar en cambiar lo que no nos gusta de este Mundo, sea lo que sea, partiendo desde la individualidad de la persona… empezando por uno mismo tras mirarte a los ojos en el espejo.

Porque sólo así, unidos, podemos borrar todas las fronteras del Mundo y romper todos los muros que nos quieran detener en nuestro camino hacia la libertad y la paz.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Pedro. "El retorno"

(viene de El "pobre" Pedro 2)

No ha sido ni la productora, que no existe, ni la buena crítica, ni la gran acogida de vosotros, mis queridos lectores... Ni siquiera el honorable hecho de que un amigo del pueblo, gran batería de Rock&Roll en una buena banda de mejores amigos (Barrio Bajo), quieran contar en una balada al más puro "estilo Sabina", la historia del “pobre” Pedro, el que me haya hecho plantear volver a hablar del protagonista de los dos anteriores artículos. No ha sido nada eso, palabrita del niño Jesús.

La verdadera razón, es que tal y como prometí en mi primer post, iba a ser honesto con vosotros y esta historia, la terminé dándole un final que resultó no ser cierto y es de sabios rectificar, dar la cara y volver aquí a contaros la verdad ahora que ya la conozco.

Pues resulta queridos amigos, que ¡volví a ver a Pedro!. Pasados unos días de mi último encuentro con él, fui de nuevo a ese cajero de siempre (y al que seguiré yendo mientras me dé dinero) y ahí estaba él… en su rincón. La única diferencia así en un primer vistazo rápido, era que había sustituido su “mano de cazo” por un vaso de plástico de esos blancos de camping y que te encuentras abandonados en todo el maravilloso Pirineo Aragonés, por algunos de esos hijoputas domingueros.

Cuando lo vi, nos mostramos los dos sorprendidos. Bueno, más yo, porque quizá me había creído de verdad aquella versión de que era un "ángel divino" que alguien había puesto en mi camino para corregir mi senda hacia la felicidad y desde luego, descubrí que ¡ni de coña!. Ni ángel ni nada. Pedro es una “persona humana” como los demás, lo cual rebajó mi cósmico pensamiento del fin del capítulo anterior a la altura del barro, que es dónde suelo tener los pies metidos habitualmente.

- "¡Hombreeee Pedrooooo!.¿ Pero qué tal estás?”, le pregunté mientras me apretujaba la mano.

- “Bien majo bien!” me contestó volviéndome a regalar esa sonrisa mágica que ya casi había olvidado.

De repente, cambió su expresión como recordando algo malo y me dijo:

- “Bueno, no. En realidad i estado muuu malico..”, me cabeceó al estilo de la marioneta "Doña Rogelia”.

- “Pero, y ¿qué te ha pasado pues?” le pregunté.

- “Pues… que me enfrié mucho y he estado 20 días en la Casa Grande (Hospital Miguel Servet), que casi me muero. Tuve una…una…, cómo se llama…, una… ¡ah sí.. ..una NUMONIA”.

Entonces, recordé mi pensamiento ya relatado, que en el cajero había aire acondicionado y en el albergue al que le quería llevar yo, igual no y que quizás los escasos 5 m3 de ese habitáculo en combinación con el sistema de refrigeración sobredimensionado para ese zulo, le habían producido esa neumonía.

Como si estuviese en su casa, me palmoteó el suelo invitándome a sentarme a su lado y estuvimos charrando como en las anteriores ocasiones. Que si él había sido pastor..., que si su padre era muy inteligente y sabía hacer de todo...., que si su hija le había ido a buscar para llevárselo, pero que él no quiso. Al respecto de éste último tema de su descendienta, no sé si se trataba de la misma vez que me había contado ya anteriormente o de otra nueva ocasión. En cualquier caso, no le pregunté más sobre ello porque estimé que a ambos nos importaba un carajo. Pedro se dejará morir sólo o acompañado por otros, antes de irse con ella, seguro.

Y así, china chana, pasábamos el ratico hablando y hablando que si el calor..., que si las tías en verano estaban todas buenas..., que si la comida en el hospital...,tema éste que me hizo recordar ese dicho que se cuenta y que explica que “Cuando un pobre come merluza, al menos uno de los dos está malo…” ; y de repente, Pedro se volvió hacia su “armario" marca Eroski a buscar algo que nunca supe lo que era y necesitando de las dos manos para hurgar en la bolsa de plástico, dejó posado en el suelo al lado de sus pies, esta vez calzados, su vaso de pedir.

Un nervio recorrió como un rayo mi alma y me quedé mirando fijamente esa vajilla del “todo a 100” y me fue absolutamente imposible evitar el impulso de cogerlo y estirar el brazo para ofrecerlo “a nadie” que pasaba por la calle en ese momento.

Pedro que me vio, se me puso serio y me dijo:

-“Pero que haces?. ¡Trai, anda, trai!”

-“No, dejame que te voy a echar una mano, mientras tu descansas un poco”, le contesté..

-“¡Hala, hala!, deja eso ya…que ésto no es para ti” me reprochó con cara más seria.

En estas, que pasaban unas “pijis” apenas veinteañeras, de esas sin vergüenza ajena, que tienen aspecto de darle mogollón a la hamburguesa y nada a la verdura y que van de seis en seis, hablándose todas a la vez, revoloteando a la única mona del grupo que no les hace ni puto caso mientras ella se atusa el pelo cada dos décimas de segundo.. Tal y como se acercaban, me armé de valor y les agité el vaso mirándolas a la vez que levantaba mis cejas y asintiendo así como invitándoles a colaborar y me quedé alucinado con su reacción. Se separaron de nosotros todo lo que pudieron, hasta el punto de pasar por el otro lado de la valla de protección de peatones y saliendo a la calzada, que desde luego, si pasa un autobús en ese momento, se las lleva pegadas en el parabrisas como si de unos mosquitos en un casco de motero se tratase.

Retiré con frustración mi brazo tendido y le devolví el vaso a Pedro que me lo arrancó de mi mano riéndose amablemente de mi fracaso. No sé. Era una tarde desenfadada de agosto aún, y yo iba con vaqueros y chancletas playeras y quizá el logo “PdH” de mi camisa no pegaba demasiado con ese trabajo temporal de “pobre” y desde luego, creí que me espantaba a los clientes.

Medio disculpándome de mi lanzamiento al ruedo como si fuera un “espontáneo” le comenté a Pedro:

-“ Toma el vaso Pedro, que creo que no estoy yo como para que me den monedas así con esta pinta..” Y coge el cabrón (lo digo en plan cariñoso, por supuesto) y me suelta:

- “¡Que no tonto, que vas muy majo y muy bien! ..

¿Será posible que me estaba diciendo que yo no iba tan mal arreglado como para que no me dieran limosna?. Me fijé entonces en cómo vestía mi compañero y me di cuenta que realmente él, estaba mucho más presentable que yo, con su pantalón de tergal gris marengo, una camisa dos tallas más grande de cuadros multicolor abrochada hasta el cuello y su sombrero blanco que seguro algún vendedor ambulante de color (color negro, me refiero), le había regalado para protegerse del sol.

-“Además…” continuó…. “Tranquilo. No eres tú el problema… Que es que a mí tampoco me echan monedas..!"

Nos miramos durante dos segundos y de repente y sin saber porqué exactamente, nos merendamos juntos una carcajada de esas de 2 minutos que te duele el estómago y lloras de gusto, etiquetando en tu vida ése, como uno de esos momentos que te guardarías en un “tupper” para abrirlo cuando un día de esos "tontos", buscaras un poco de humor en el baúl de tus recuerdos agradables, para no morir de asco. Me despedí de él sin dejar de reír durante un buen rato (ahora mismo me estoy partiendo, os lo prometo).

Al día siguiente, volví con mis dos socios para presentárselos y conversamos unos minutos con él. Esa noche, medité sobre los comentarios y mails de quienes habéis abierto un poco más vuestro corazón con esta sencilla historia y además habéis tenido el valor de decirlo y recuerdo con cariño los de una amiga que me decía, que ella “nunca había hablado con un pobre” y el de otro que me estremeció también, que siendo él un importante y bien pagado directivo empresarial y que yendo con traje, corbata y maletín, un indigente, mirándole a los ojos le dijo: “Yo, antes….. era como Usted…”

Con la certeza ya de que Pedro no es un ángel, al menos de los que no pillan neumonías, pero con la tranquilidad de que está bien y feliz como casi siempre, voy a verlo cuando puedo, le doy unas monedas o lo que se tercie y desde luego, cada vez que creo que tengo un problema de esos "chorras" del día a día, abro el "tupper" y me acuerdo de esas risas tan ricas que me eché con él una tonta tarde de Agosto…. ¡Qué grande eres Pedro!

viernes, 20 de agosto de 2010

El "pobre" Pedro (y 2)

(viene del articulo anterior El "pobre" Pedro 1)

Volví a los dos días al mismo cajero. Pude ir a otro, pero forcé mi visita a ese porque quería sentirle de nuevo. En realidad, no sé porqué lo hice… Quizás necesitaba una dosis de esa mirada de felicidad que me había regalado ya anteriormente y que me gustaba.

Allí estaba de nuevo en su sitio. Me reconoció de lejos y me volvió a sonreír saludándome efusivamente..

No lo pude evitar.. Me acerqué a él y como de si un familiar lejano de esos que te encuentras en las bodas y los funerales se tratase, empezamos a charlar. Le interrogué que cómo se llamaba, que qué tal estaba, a lo que me respondió que “bien”, como extrañándose de mi pregunta. ¿Porqué había de estar mal? , creo que pensó..

Me contó que lleva “por ahí” 15 años desde que se peleó con su mujer, porque era “una mujer mala” y la pilló en la cama con otro. Evidentemente guerreó con su media naranja (o limón en este caso) por lo que fuera y es evidente también que perdió él la batalla, porque se quedó sin su casa y sin su dinero, según me remató cabeceando mirando al suelo, con un pensamiento del tipo de “cagüen la mar”.

Le dije que si necesitaba algo, que si quería que le buscase un sitio donde dormir, que tenía (y lo tengo) un hermano que no se si tiene buena relación con gente del Cielo, pero seguro que sí con la de la Iglesia, porque trabaja en ella y que podía ayudarle a dormir bajo cubierto en alguno de los albergues de beneficencia que hay habilitados para estos menesteres.

Se me fue durante un segundo el santo al cielo con un pensamiento sobre si los refugios tienen aire acondicionado como el cajero. Pensamiento, que desestimé “ipso facto”, por heavy.

Pedro, apresuró a decirme que “¡No!”. Que no quería nada de eso, agitando su índice libre (el otro estaba aún apretado en su mano con forma de cazo). Que él allí, “estaba bien”.

Hice otro intento de ayuda por el lado de la comida y le pregunté si tenía hambre. Qué si quería, nos íbamos al bar de enfrente y nos arreábamos un bocadillo, que yo le acompañaba.. y me dijo que ya había comido. Que había un carnicero muy amable, que todos los días antes de cerrar a las dos, cuando se pasaba por el puesto, le daba un panecillo tierno, lleno de “unos días de chorizo, otros de jamón”, o de lo que fuera y que estaba muy rico. -“Bah!. Si yo como de todo!”, murmuró.

Me interesé por su edad y me reconoció que no la sabía, pero que sí recordaba que había nacido “en la guerra”. Cuando le dije que si el año podría ser el 1936, me dijo abriendo los ojos como platos:

-“Sí, eso, ¡ en el 36 !, ¡ tengo 64 años para hacer 65 !”.

Durante un segundo, me hizo dudar de si la resta era correcta y comprobé evidentemente que no. En realidad, Pedro tiene 74 para hacer 75. En un momento de estupidez propia de una mente de ciencias puras como la mía, estuve a punto de corregirle, pero decidí no hacerlo. Creo que algo le ayudará en la salud y en el ánimo, creer realmente que tiene diez años menos de los que su ya arrugado cuerpo tiene.

Le pregunté también si tenía familia y me asintió con un gesto de poco convencimiento, que tenía dos hijas casadas. Que la semana pasada una de ellas incluso se le había presentado allí para llevárselo a su casa, pero que la mandó ”a cascala”, porque no le apoyaron cuando podían haberlo hecho y que ahora ya “se les había pasado la vez”.

Sobre la marcha, pensé que debía contar su historia, no solo para entretener a los que me vais leyendo, sino para.., no se… , lograr que la gente le conociera, que le ayudase. Se me ocurrió que podía abrirle una cuenta a su nombre en esa misma sucursal con lo que los internautas del facebook o el twitter pudiéramos ir aportando unos eurillos “tacita a tacita”, e ir solucionándole lo básico al amigo Pedro.

Le pedí permiso para hacerlo y me dijo muy serio -”Se dice el pecado pero no el pecador”. Que sí, que lo hiciera, pero sin dar señas ni de su nombre ni de su ubicación GPS.

Cuando le inquerí extrañado que porqué no quería identificarse, me soltó:

–“Porque si no, los malos, vendrán y me pegarán”.

– “¿Los malos?. ¿Quiénes son los malos?”, le pregunté preocupado.

– “los cabezas rapadas. Ya me han cascado dos veces”, me dijo agachando la cabeza con sus ojos brillantes probablemente recordando la última paliza.

-“Pero… y no llamas a la policía?” , le dije, por decir algo.

–“Sí. Lo hice la primera vez, pero no sirvió de nada. A lo que llegan, ya puedes estar enterrado en el cementerio”, me contestó.

Agotado mentalmente por tanta información importante y rara para mí, decidí dejarlo estar y posé discretamente un billete en su mano, que se cerró de forma refleja como un cepo de osos al sentir el tacto nunca olvidado del papel-dinero en su piel y me despedí de él sin más..

El, con el dedo que había usado para negar mi ayuda hacía un rato, mientras yo me alejaba con la cabeza vuelta hacia atrás, me señaló con una sonrisa, diciéndome con mirada de duende:

-“Tú sí que eres un hombre bueno…”

Marché a casa manteniendo viva esa charla en mi mente durante un buen rato y dándole vueltas y más vueltas a su última frase..

Con una sensación de menos ridículo que la vez anterior al menos, volví al día siguiente al cajero a visitarle, pero Pedro ya no estaba. Y desde luego de vacaciones, no se había ido… El no las necesita como nosotros, los mortales.

Buscándole sin éxito con la mirada por los alrededores, sentí una triste soledad. Ese sentimiento que se tiene cuando llegas a pensar que algo bonito que te ha ocurrido quizás sólo haya sido un sueño y que Pedro quizás sea un Angel que quien sea nos pone a veces en el camino, para restaurar los valores humanos importantes.. Para calibrar correctamente nuestro “medidor de felicidad” desfasado y mentiroso y hacernos dudar al menos de si realmente somos buenos, o no…

Ya no lo he vuelto a ver… Salud y mucha suerte “pobre” Pedro, estés donde estés.. Gracias por ayudarme a corregir mi camino hacia la Felicidad…

miércoles, 18 de agosto de 2010

El "pobre" Pedro (1)

Quizás ya me esté cansando de mi mismo y de escribir desde hace meses en temas exclusivamente empresariales, a los que me gusta impregnar siempre que se puede, de un aroma humano y a lo mejor es por eso que me apetece de repente hacer al revés.

Al final, por muy grandes y complejos que sean los entramados económicos y las empresas, siempre acabamos siendo las “personas humanas”, como dicen los frikis de los programas del corazón, las que hemos de lidiar con todos los aspectos que en ellas se dan.

Como además, la actual situación económica, nos ha despojado de un montón de chorradas que ocultaban los verdaderos valores del alma, creo que es un buen momento para contar una historia real, de esas que pudieron ser contadas hace años, sin correr el peligro de ser “ñoña” o suficientemente sentimental, como para ser escuchada por los “débiles de gran corazón” que aún pululáis escondidos por ahí.

Es la historia de Pedro….

Pedro, es un señor que está en una céntrica oficina de una caja de ahorros en Zaragoza. Es una persona cuya sonrisa te atropella sin querer cuando te la cruzas en la ruta de las miradas, ya que normalmente vas pensando en tus líos y problemas cotidianos y te has desacostumbrado a ver caras amables sin pagar por ello.

Pedro, es generoso, simpático, buen conversador y tiene una expresión en su vieja cara que a veces duele de envidia, pero que tranquiliza el espíritu sólo con centrarse en ella un segundo. Qué diferencia con la mayoría de gentes con la que tratamos a diario. Es cierto que es ese tipo de personas de las que te ayudan sin querer, a tomar una correcta referencia de lo que realmente significa la palabra FELICIDAD.

Hasta aquí, ya podría catalogarse como noticia espectacular el conjunto de buenas cualidades que intento explicar de Pedro. Sólo que, se me había olvidado comentarlo, Pedro es un “pobre”. Un “transeúnte” o "indigente",en palabras más técnicas. Y es que no me da la gana quitarle las comillas a lo de “pobre”, porque de veras que si cualquiera de nuestros colegas, empresarios, políticos, colaboradores profesionales o amigos, tuvieran la mitad de felicidad en su mirada, otro gallo nos cantaría en esta loca sociedad.

Está en una oficina bancaria, sí. Pero en la puta calle, normalmente al lado de afuera de la puerta del cajero automático, que usa de dormitorio climatizado. Tiene sus pies delgados, limpios y desnudos posados sobre el terrazo de la entrada, buscando esos grados menos de frescor que debe dar en un agobiante Agosto por la tarde, esperando recaudar unas monedas de la gente que deambula por el centro asfáltico de la ciudad y que le depositan, una sí y cien, no.

La penúltima vez que lo vi, salía yo recogiendo mis billetes del cajero en la cartera y me lo encontré allí, mirándome con una sonrisa mágica que me contagió instantáneamente. Me di cuenta de cómo chirriaban algunos músculos oxidados de mi cara. Esos que se usan cuando simplemente quieres poner una expresión amable y ya casi ni te acuerdas.

Sin dejar de mover un milímetro su mano encarada al cielo, así con forma de cazo formado por su palma y dedos prietos que no dejarían escapar una gota de agua si se la llenases, me hizo un gesto hacia arriba con la cabeza y me dijo:

-“¡Jope!. Vaya calor que hace hoy!. Eh?..”

A lo que yo le respondí, - “Pues sí, la verdad es que sí..”

Y creo que no me he recuperado aún cuando él, cambiando a serio su semblante, como si me estuviera recibiendo en la puerta de su palacio y se le hubiera olvidado invitarme a pasar, me ofreció si quería “agua fresca”, enseñándome una botella de litro y medio ya “esmediada” (que dicen en mi pueblo), pero con el plástico mojado aún de la condensación de cuando hacía ya un rato, efectivamente estuvo fresca. Yo le respondí entrecortadamente:

-“No, gracias”.

Pedro, cambió un segundo su fugaz sonrisa a gesto preocupado de nuevo y me dijo:

-“Y patatas fritas?”, alargándome un paquete de esos de aluminio que están más llenos de aire que de alimento.

- “No gracias” le volví a repetir mientras él, hizo un rápido sube y baja de hombros con cara de “pues te jodes” y se dispuso a recoger en una bolsa, la idem de laminados aceitosos que ponía a mi disposición.

Turbado por el hecho de que este “pobre”, no me pedía nada, sino que me ofrecía todo lo que tenía y que cabía en dos bolsas del Eroski y una vieja mochila de las que llevan los niños al cole, metí mi mano en el vaquero y sin atreverme a mirarle a la cara por vergüenza, saqué unas monedas que le puse dentro de esa mano petrificada, que ni siquiera recogió delante de mí, probablemente para no descubrir en público su “caja fuerte” oculta, donde guardaba las otras ya recaudadas. Supongo que me lo agradeció con una expresión amable que me perdí por “tímida gilipollez” o viceversa (¿“gilipolla timidez”?).

Me despedí de él sin saber siquiera quién era ni como se llamaba, pero necesité un par de cañas para dejar de pensar en lo que me había ocurrido y cuando reconté en frío el valor de la calderilla que le había entregado, me volví a odiar, ya que no pagaban ni el agua ni las patatas que él me acababa de ofrecer así, sin anestesia ni nada.

Continuara…..

miércoles, 4 de agosto de 2010

El negocio de Abundio

No me quiero referir al Abundio ese de “eres más tonto que Abundio”, del que cuentan que se iba a vendimiar con el zurrón lleno de uvas para postre o que vendió el coche para comprar gasolina..., no. Quería contar la historia de un Abundio que ha nacido en mi revoltosa cabeza, como aglutinador de una serie de características comunes a gente que he conocido estos años de navegante en los mares empresariales.

No quiero que alguien que se llame Abundio se me moleste y que tampoco lo haga quién se parezca en algo a lo que cuento de él, porque conozco a mucha gente que da el perfil en parte, pero su honestidad nunca ha estado en entredicho. Los que les conocemos, lo sabemos y ellos también.

Tras esta explicada amnistía, propia del relax de unas cortas pero placenteras vacaciones, que me han desgastado un poco los colmillos de la ironía habitual, vuelvo a la carga de contar aquí lo que me sale del pairo, intentando forzar a la reflexión de quien sea capaz de entender lo que seguro podría haber explicado mucho mejor, con el único objetivo de hacer ver el mundo que nos rodea de otra forma mejor o al menos un poco diferente que la anterior.

Quiero hablar de un Abundio que tiene un negocio que nació casi por obligación. Alguien que resultó saber hacer "algo" porque probablemente algún ancestro se lo enseñó y que la gente que tenía alrededor decidió hacerse su cliente, encargándole “eso que hacía mejor que los demás” y se dedicó casi por compromiso a repetir esa tarea cotidianamente a cambio de dinero.

Y se lió, se lió y se lió más…. y acabó llamando a alguien que le ayudara a hacer las tareas más fáciles porque él no daba abasto y lo contrató (o de momento, ni eso) y vio que con la pasta que obtenía, podía comprarse muchas cosas y los encargos crecían como por arte de magia y aunque les subía y les subía el precio que al principio era tímidamente barato, volvían a contratarle….. y luego hicieron falta más empleados y también tuvo que buscar una gestoría porque los papeles se lo comían y además, se le quedó el taller o el local pequeño y compró una nave y una furgoneta y… y… y luego, se hizo con un administrativo y con un ordenador y una eficiente y guapa secretaria y… y… y… y se cambió la “cuatroele” por un mercedes de torero pero sin botijo y se hizo un chalé en el pueblo con una piscina más grande que la municipal y… y… y una página web que nadie sabía para qué servía pero que había que encargar porque todo el mundo tenía una y… y… y… y........ pues eso.

El negocio de Abundio, se caracteriza además, por haber dispuesto de una “caja flotante”, en el que se intercambiaba el dinero del banco con el del bolsillo así en plan “fajo” atado con una goma de pelo, sin ningún soporte contable estándar, dejando al administrativo con "cara de haba" y una de esas gloriosas frases de “chaval, arréglalo como sea, que para eso te pago”.

También, Abundio ha pretendido siempre que, aún con “facturas de tipo B”, cuadre el inventario que maneja elementos que ni se evaporan ni se merman, manteniendo en la cuenta de “existencias” una valoración de stocks que no cabrían de ser ciertas en el Bernabéu incluido el césped, ni en cuatro alturas de palés apretujados.

En este negocio (en el de Abundio), se ha tendido a machacar al “buen empleado” dándole horas extra no remuneradas y promesas permanentes de revisión del sueldo que siempre se aplazan varios meses y cuando conseguía al fin armarse de valor y reunirse con él, casualmente, días antes había ocurrido una desgracia puntual, de tal forma que aquel compromiso se escapaba como arena caribeña entre los dedos y si no acababa prestándole dinero a su jefe, ya podía darse por satisfecho. Eso sí. El nombre del cargo aumentaba a algo parecido a “Responsable Súper Ejecutivo del Departamento de Grandes Cuentas Estratégicas ”, en el que estaba él sólo e incluso le hacían tarjetas satinadas, pero el objetivo inicial de sacar más pasta, daba al traste y encima se le pasaba la vez hasta dentro de unos cuantos ejercicios en los que no se podía volver a pedir audiencia.

Además, cuando a este pobre trabajador se le pedía algo, normalmente siempre tenía un “sí” alicatado con una sonrisa, que le hacía ser el voluntario perpetuo para quedarse a finalizar el trabajo retrasado mientras el otro, se iba con el “pelotas de turno” (siempre hay uno) a tomar unos güiskis entresemaneros hasta las tantas y lo que se terciara por delante y si tenía piernas, mejor que mejor. Se pedía el ticket, se llevaba a ”gastos comerciales” y ya está.

También se caracteriza por odiar a los economistas, abogados y a todos esos coñazos de profesionales normalmente mileuristas de mierda, que les van advirtiendo de que si la “prevención de riesgos laborales”, que si la “protección de datos”, que si el día que nos revisen el inventario o La tontería esa de “responsabilidad de administradores” y lo de la “Responsabilidad Social corporativa”, que se creen que es darle algo de dinero de vez en cuando a la Unicef o a la Cruz Roja o al equipo de futbol del pueblo...

Y lo de ver cómo va el negocio mirando el saldo del banco sin saber ni querer aprender lo que es un balance o una simple cuenta de explotación o de reservas y creerse que con dejarse invitar a comer de vez en cuando por el comercial o el director de la sucursal de la CAJA de turno, el tema financiero está resuelto.

A Abundio además, le encanta codearse con la autoridad, o incluso serla, haciéndose pasar por ella en paripés múltiples montados a medida de los que los pagan con dinero, que agrupado podría paliar el hambre en el Mundo, con el único afán de una reseña en la prensa local que recortará con unos ojos llorosos y una mirada a lo alto al estilo Fidel Castro pensando “soy un crack”.

No sé si conocen a alguien así. Yo a más de 2 y menos de mil, más o menos.

Ese es el negocio de Abundio o mejor dicho, lo era. Porque como dice mi nuevo pero buen amigo Dani, “una cosa son los negocios y otra las empresas, que pueden ser negocio, o no”.

Aquél negocio dejó de serlo, cuando el mercado decidió cortar el cable guardamancebo y se cayó toda la tripulación hasta la coronilla de ron por la borda, en el primer golpe serio de mar. Era negocio, porque los clientes generosos lo permitieron y le hicieron creer que ese chiringuito era una EMPRESA sin serlo.

Y no era una EMPRESA (con mayúsculas) porque no pensó ni planificó a largo plazo ni apostó por la innovación, ni por la formación permanente de su equipo (equipo?) y puso a disposición de una hipótesis de ventas crecientes a perpetuidad todas las herramientas de decisión disponibles en una gestión, en la que simplemente había que ir respondiendo preguntas e ir solucionando “chapas” diariamente para hacer crecer las ventas.

No era una EMPRESA, porque no consiguió dar valor a las personas que fielmente estuvieron luchando a su lado y se permitió que un poco más de dinero al mes, le hiciera perder seguramente al mejor futuro responsable de un departamento o al hijo adoptivo continuador del negocio que nunca tuvo y que se fue voluntariamente a buscar a otro “Abundio” o como se llamase, que le cumpliera las promesas, al menos de vez en cuando.

No era una EMPRESA, porque no mimó los aspectos legales sencillos de cumplir y que simplemente hay que dar una instrucción para ello, aún sin necesidad siquiera de comprenderlos, en vez de pensar que eran “mariconadas” del becario de turno recién escudillado en la facultad, que "viene aquí a molestar con sus nuevas chorradas" en vez de a hacerle ganar más dinero.

Y no nos confundamos. Hay en las páginas amarillas muchos empresarios, algunos de ellos todavía humildes y amigos de sus amigos de siempre, que no han parado de trabajar, dejándose la piel a tiras y que se parecen a Abundio, pero no lo son. Porque desarrollaron con impagable esfuerzo los negocios familiares que heredaron por obligación y responsabilidad y los hicieron grandes dando puestos de trabajo, generando inversión y riqueza para sus tierras sin que nadie se les agradeciese nunca nada y fueron además penalizados con la mala fama que da la puta envidia pueblerina, aún en las grandes ciudades.

Quizás sea un buen momento para recoger del negocio de Abundio todo lo que pueda salvarse, meterlo cuanto antes en la coctelera, con nuevos ingredientes obligatorios de legalidad, profesionalidad, competitividad, valoración de la persona y del planeta en el que vivimos, e intentar conseguir una vitamínica y sabrosa receta, que nos permita preparar una escalera al cielo de los beneficios, sin sobresaltos, con justicia y suficientemente solidaria con la que nunca llegó a soñar mi querido Don Abundio…

jueves, 15 de julio de 2010

La Nueva Empresa de Pandora (y 2)

(Viene de "La Nueva empresa de Pandora 1")

También se acabaron los tiempos para los empleados con “trabajos chollo” donde parecía que nadie nunca se iba a dar cuenta de que, hicieran lo que hicieran (y que desde luego, era poco), la empresa los mantenía en una especie de reto suicida, intentando descubrir hasta dónde era capaz de llegar su pérdida de competitividad y lo peor de todo, contándoselo a los demás y dando por sentado al más puro estilo “Dioni”, que en nuestra actual y a veces absurda sociedad, iba a ser premiado por ello. Por cobrar sin apenas trabajar (¡”diomío” de mi vida!).

La actual economía, no la de los teóricos reconocidos, ni la de la dogmática Universidad, ni la de los masters con sus miniordenadores repletos de conectividades y recetas nuevas y fantásticas, necesita actuar sobre la cruda realidad que tenemos delante de nuestras narices, olvidándonos de las estructuras convencionales establecidas por una inercia a las que el libre mercado (libertino, diría yo), nos ha llevado a dar como buenas sin serlo. A las pruebas me remito.

La actual empresa, no puede ni debe pensar en estructuras incapaces de poderse reducir a la misma velocidad que las ventas si los mercados cambian y desde luego, requiere un nuevo marco laboral donde tanto el buen empresario como el buen trabajador, puedan diferenciarse de los que no lo son y que ahora, al disiparse la niebla de la bonanza económica, han quedado al descubierto mostrando sus vergüenzas al mercado, cuando las cosas no van tan bien.

No puede plantear sistemas fijos de remuneración donde el salario crece simplemente con el paso del tiempo independientemente del rendimiento que seamos capaces de aportar a la cuenta de explotación. La actual situación ha destapado además un coste latente de indemnización por despido, que nunca fue provisionado ni previsto en ningún presupuesto conocido y que en este último año, ha dado al traste con la única posibilidad de supervivencia de algunas de nuestras maltrechas empresas, que sí hubieran tenido alguna posibilidad de supervivencia con otra estructura, con otra mentalidad. Al final, todos a la fila del INEM. Genial!.

Además, cuántas compañías están en situación real de concurso de acreedores o de reestructuración del Capital Social por desequilibrio patrimonial (conocido o en el peor de los casos, no) y no lo quieren asumir de una vez por “miedo social”, hasta que la situación es insostenible y se llega de forma casi automática a la liquidación del negocio?. Y qué pasó con la responsabilidad de administradores desconocida para la amplia mayoría de nuestras PYMES, que fuerza obligatoriamente a adoptar estas medidas con mucha más antelación a la que se está viendo?. Creen de verdad que no hay muchas más empresas en esta situación que las que vemos en la prensa o en el juzgado?. Si me hicieran apostar (si no, no), me atrevería a decir que son en realidad más del doble de las que están.

Quién piense además que su actual producto o servicio va a ser su “modus vivendi” dentro de un año, o incluso a los 6 meses, está negando la realidad. Los entornos económicos cambian siempre sí o sí. Y ahora sabemos que además, pueden hacerlo muy rápidamente. Una sola aparición de un ministro o ministra en el telediario comentando un propósito de cambio de ley del gobierno puede poner las ventas a CERO en 24 horas. Asumamos esta hipótesis como cierta y vayamos pensando con el primer café de todos los días en cómo reaccionar de la mejor forma posible ante los cambios, sin esperar al desastre cuando ya nada se puede hacer.

A pesar de todo y sacando a pasear todos los pensamientos positivos y poniendo al máximo el regulador del sentido común, podemos llegar a la conclusión de que esta situación ha de ayudarnos (obligarnos) a tomar valientes decisiones que puedan producir los cambios necesarios para adaptarnos a esta nueva etapa. Aprendamos de una vez de nuestros errores. Ya no caben modelos rígidos de empresa que solo estaban preparados para crecer. Eliminemos todas las inútiles cargas que son lastres en el camino. Busquemos una gestión exquisita. No podemos perder en el “bricolaje” de llevar un negocio, ni un euro, ni un segundo. Si no lo sabemos hacer, contratémoslo externamente. Siempre es rentable.

Planteemos una administración pública súper-eficaz con gestiones tecnológicas rápidas y menos costosa, dándoles el máximo poder para subcontratar a compañías privadas especializadas en determinados servicios que desde luego no entrañen riesgo para la seguridad e integridad el Estado (el que sea, nacional, autonómico o municipal).

Y sobre todo, aprendamos a convivir con la sensación de que no sólo hará falta tener un buen producto o servicio, sino que además será obligatorio gestionarlo muy bien, haciendo planes estratégicos (aunque sean muy sencillos) a medio plazo, que nos permitan evitar una gran parte de las sorpresas que hacen que el riesgo al final, se coma los beneficios por tomar malas decisiones basadas solamente en la intuición y en ser unos “echaos p´alante”.

Reordenemos nuestro lugar en el mercado. Centrémonos perfectamente en aquello que sabemos hacer bien. No generemos estructuras caras y rígidas. Internacionalicemos nuestros productos o vendamos los que más en nuestra zona geográfica. Es lo mismo. Pero intentemos ser siempre los mejores en lo que hagamos.

Pensemos a medio y largo plazo y sepamos que los ciclos se llaman así por eso, porque vuelven otra vez. Ocurrió a principios de los 90 y ahora, otra vez. Cuándo será la siguiente?. Porque haberlo, lo habrá. Estemos preparados y dejemos a los que vengan, un ámbito de esperanza y de respuesta más eficaz para minorar los problemas con los que estamos peleando hoy.

Es posible, que con estas simples recetas fáciles de escribir y no tanto de poner en práctica (sobre todo si no se quiere), podamos soñar en un equilibrio donde la Persona, la Empresa, la Sociedad y el Estado pongan cada uno, la parte necesaria para poder repartir y disfrutar justamente entre todos, la felicidad que se siente al visitar “PANDORA”.

Artículo publicado en Diario del Altoaragón, El Confidencial y Client & Management

lunes, 12 de julio de 2010

La Nueva Empresa de Pandora (1)

Y me refiero al imaginario planeta que James Camerón llevaba cocinando en su mollera desde hace años y que nos muestra tridimensionalmente en su última producción “Avatar”.

Un mundo en el que todo se interconecta con reglas de equilibrio cósmico y donde se intuye una optimista solución simultánea a varias de las encrucijadas con las que llevamos peleando los humanos desde el inicio de los tiempos. La Naturaleza, Dios, el Amor e incluso la Economía, se presentan como ingredientes de un potaje que encajan a medida cada uno en su lugar, dejando una extraña sensación final de que si no mejoramos nuestros niveles básicos de felicidad en la vida real, es porque no nos da la real gana.

Centrándonos en temas menos utópicos y desgraciadamente más fáciles de encontrar en el día a día, recuerdo una pregunta que me hizo hace un año un periodista en una entrevista que recogía mi despedida de la Cámara de Comercio de Huesca, en la que me solicitaba un consejo para empresas que les sirviera para afrontar la crisis. Yo le respondí que las fórmulas, eran básicamente las mismas que cuando todo iba bien, sólo que ahora quien no las aplicase, estaba muerto seguro.

Máxima competitividad basada en mínimos costes de estructura y con posibilidad de variar de la misma forma y velocidad que los ingresos, para lo cual, se requería de una buena gestión con planificación estratégica y presupuestaria que evitase al máximo las sorpresas. Innovación y formación permanente. Marketing adecuado y exquisita selección de los mejores colaboradores en cuanto a socios, empleados, proveedores, clientes e incluso bancos (alguno hay). Y todo esto remojado en un indiscutible mejunje de de HONESTIDAD PERSONAL.

La Honestidad, nos hará ser lo suficientemente sinceros, humildes, legales, solidarios y trabajadores para evitarnos todos los daños colaterales que su ausencia provoca a medio o corto plazo en cien de cada cien casos.

Sinceros, para poder pagar lo que se debe, sin engañar ni incumplir contratos firmados bajo hemorragias de optimismo que han sido la tónica habitual en estos últimos años.

Humildes, para poner en duda permanentemente que seamos los mejores y que ya lo sabemos todo y ello nos haga estar en absoluto estado de alerta, apostando en estrategias de formación e innovación en nuestros mercados, que ya rompieron de una vez todas las fronteras de los atlas que estudiamos cuando éramos niños, globalizándose y que pueden vomitarnos fuera de los mismos en un chasquido, al ser sustituidos de un día para otro, por otro proveedor más barato, rápido y simpático.

Legales, porque si todo el tiempo que se ha perdido en no aprender o en intentar no cumplir la ley (fiscal, mercantil, laboral y a veces la civil), lo hubiésemos destinado a hacer las cosas bien siguiendo los consejos de los profesionales que nos avisaban permanentemente de ello, no hubiéramos incurrido en estúpidos costes de inspección o de arreglo de problemas que al principio no fueron estructurales y que inicialmente no era tan caro ni tan complejo evitar a las buenas.

Solidarios para poder mirarnos al espejo con una sensación de que no todo es generar riqueza material ni posicionamiento social. Porque al final, “la vida es como una carrera en el que el primero que llega, muere”. Y que aunque es imposible arreglar el Mundo entero con acciones individuales, sí que está a nuestro alcance ayudar a personas que todos los estados e instituciones del planeta Tierra decidieron dejar a su puñetera y desgraciada suerte. Algunas de ellas viven en nuestro barrio seguro.

Y trabajadores, porque todo lo anterior solo se consigue arrimando el hombro. Dando toda la capacidad disponible para que nuestro entorno mejore. Y si aún así no alcanzamos los objetivos marcados, al menos podremos disfrutar del atenuante sentimiento de haber luchado como jabatos, en vez del de haber hecho el “gamba” renunciando a ver la realidad, intentando aparentar ante los demás, que todo va bien y comprobando en nuestras hechuras, que aquello de que “las desgracias solo les pasan a los demás”, era tristemente falso.

Estas recetas que son difíciles del encontrar en manuales técnicos de economía, están al alcance de todos. No es preciso tener dos licenciaturas o hacer un caro “master” de gestión de empresas para acercarse a ellas y probablemente a nuestros abuelos les hubiera costado entenderlas mucho menos de lo que a nosotros, porque los tiempos eran otros y las necesidades también.

No nos lo contaron en la facultad, pero hoy, a pesar de la existencia de herramientas para todo, modelos logísticos increíbles, nuevas tendencias “gurús” que pretenden solucionar los nuevos problemas de la actual economía, ya no hay margen en ningún negocio conocido, que no requiera llevar pistola para “vender” y que se encuentre dentro de la finca de lo legal, que dé la suficiente riqueza a su promotor, como para poder sobrevivir con márgenes más o menos seguros por encima del precio del dinero, sin una combinación perfecta de éstos valores humanos con una exquisita gestión empresarial.

Hasta hace poco tiempo ha ganado dinero cualquiera. Muchos (demasiados) empresarios que no sabían (ni aprenderán ya) a hacer la “O” con un canuto, porque los mercados eran suficientemente bondadosos para comprarles hasta a ellos. Y si no, para eso estaba el banco que nos permitía hacernos con casi de todo que realmente no necesitábamos y éramos felices y nos comimos todas las perdices. Lo de encontrarnos con “monos con ballesta” en puestos de responsabilidad de las empresas, ya se ha terminado...

Continuará..

Artículo publicado en Diario del Altoaragón, El Confidencial y Client & Management