sábado, 29 de diciembre de 2012

Juventud Robada


¡Que mañana más tonta!. Hay días que parece que te hayan bajado los controles al 2 y de repente te sientes con ganas de hacer NADA. ¡Venga venga!, que tienes unos minutos preciosos para vivirlos de la mejor forma posible. ¡Aprovecha!.

Me desperezo, preparo un café y busco un cigarrillo. Busco, pero no encuentro. Dios!. No tengo tabaco. ¡Hop hop. Arriba!. Aprovecharemos esta estúpida motivación para bajar raudo a por un poco de nicotina que calme mi ansiedad.

Entro en ese bar que todos tenemos debajo de casa donde ya te conocen los clientes y empleados, con los que intercambias estúpidas frases sobre el tiempo, la crisis, el fútbol y demás chorradas.

Me pongo de puntillas medio subiéndome a la barra con mi billete de 5€ para que me cambien en monedas, con esa cara que se te pone cuando quieres que te hagan caso pero no te ven porque eres el hombre invisible. Así, haciéndote más alto, levantando la cabeza, las cejas y persiguiendo los movimientos de la camarera como si fueras un radar con el objetivo bloqueado.

Por el rabillo del ojo, noto como alguien se pone a mi derecha con similar actitud pero ganándome en altura, como si se me quisiera colar en la imaginaria fila de clientes pendientes de servir.

Podría elevarme yo un poco más subiéndome al tubo "apoya pies", pero no creo que eso sea correcto en alguien 40 años mayor que un niño de 10 años, que ese sí puede porque si no, no llega a la Coca Cola.

Le miro. Es un chaval de unos 18 o 19 años. Me recuerda a mi hijo.Tiene cuatro pelos sin afeitar en la cara. Le cuelga un auricular cuyo cable se pierde en un bolsillo probablemente enchufado al móvil donde suena su “pachum pachum” o  Mozart, quién sabe?.

Vaqueros “cagaos”, deportivas "Adidas" de esas que nunca han corrido ni correrán y sudadera negra de "Monster"  con capucha descapotada que deja ver una buena mata de  largo pelo sin peinar, negro, ondulado  y rebelde.

Pero lo que más me llama la atención, es su cara. No, no.... Mejor dicho… Su expresión. Es una especie de mezcla de  - ¡Hey, estoy aquí! y de – ¡Por favor, Necesito que me escuches!.

Tiene tanta fuerza su semblante que me hace abandonar mi posición de puntillas, cediéndole mi puesto para que le atiendan a él primero. Lo suyo es realmente urgente e importante, pienso.

Cuando al final se acerca la camarera, miro a otro lado para que acuda a él, y le dice.

 -¿Qué quieres?.

 -¿Aceptáis curriculums? , -dice él con voz quebrada con matices de timidez y una cierta vergüenza.

 - Bueno, Mmmm, sí déjamelo. – le contesta ella sustituyendo el  ”NO” automático que tiene preparado para estas ocasiones   por el “Mmmm…”. Supongo que por respeto, pero dejándole claro que se lo va a coger como podía cogerle la publicidad del centro de depilación por láser de la calle de al lado. Papelera seguro.

El acierta a sacar de una carpeta de estudiante, de esas con pegatinas de Alonso, del Madrid y la selección española, que dejan entrever su reciente o actual niñez,  una hoja escrita al máximo espacio, intentando  ocupar una carilla entera sin conseguirlo, porque tiene un escaso  camino recorrido y ni en estudios ni en experiencia laboral puede rellenar más de 3 cochinas líneas que estira todo lo que puede.

Me imagino a este crío yendo de bar en bar intentando trabajar. Me lo imagino digiriendo su repentina madurez a palos.

Me imagino a su padre diciéndole hace unos días que su empresa ha cerrado y que se va al paro. Explicándole que las cosas han cambiado y que si hace unos pocos años los Reyes Magos dejaron de existir, que este año ni siquiera lo serán los padres porque no hay pasta y ahora además, se ha caído también la nómina sagrada que pensábamos que era imbatible y fija hasta la jubilación.

Mi mente juguetea con el miedo que se siente cuando de verdad tu subsistencia no es segura. Cuando de repente te despiertas y ahí te encuentras con una pesadilla. Cuando no vas a poder renovar como hasta ahora la Play Station, o ni siquiera pagar el colegio, los libros.... Cuando puedes llegar a perder la casa que llevas pagando toda una miserable vida trabajando,  por no poder atender la hipoteca.

Me imagino el vértigo que se siente cuando tienes un futuro en el que no sólo han desaparecido las escaleras que subían al cielo, sino que además dudas que el propio cielo haya existido alguna vez.

Me imagino cómo se pasa en poco tiempo de pensar el  videojuego de moda a tener que salir a la calle a buscar un empleo.. el que sea…. Algún ingreso… Algo....

Mi angustia por no tener tabaco se esfuma en un "pis pas" y se transforma en esa estúpida solidaridad que somos capaces de sentir por gente que ni conocemos y por las que no vamos a mover un dedo para ayudar cuando les vemos a diario en la calle, o en la tele.... Somos así de inútiles e hipócritas.

Con un “¡Gracias, Hasta luego!”, se incrustó de nuevo el auricular en la oreja, me miró un segundo con cara de "¡Ya ves!" y salió supongo,  a intentar colocar otros currículums en otros bares.

Me cambian el billete. Saco el tabaco. Salgo y me enciendo un pitillo sin poder apartar de mi mente la expresión de ese mancebo que ha aterrizado sin ruedas en la pista de la vida.

Le admiro. Ha tenido la hombría de rellenar esa hoja con el orgullo de alguien que no se resigna a tener un indigno futuro. A ayudar a sus padres en la responsabilidad de mantener a la familia. Porque al final se ha dado cuenta de que nadie da nada por nada y en la lucha y en el camino recorrido ocupa uno la mayor parte de la vida. La buena y la mala.

Suerte querido niño. Porque en el fondo lo eres aún, aunque te hagan jugar en la liga de los mayores que hemos estropeado,  siendo incapaces de dejarte seguir disfrutando de tu inmadurez un poco más tiempo.

 Sigue luchando porque lo conseguirás. Tus padres estarán orgullosos de ti y los hijos que tengas, mamarán de esa coraza que estás desarrollando para sobrevivir sin perder la sonrisa.

Si te encuentro en el camino y puedo darte trabajo, lo haré encantado. Porque sé que aprenderás rápido lo que no sepas y te dejarás la piel en tu empeño por hacerlo bien.

Intentaré compensar en lo que pueda tu robada juventud.

¡Suerte Chaval!. Necesitamos gente con agallas como tú. 
Mucha suerte, querido niño!