¡Que mañana más tonta!. Hay días que parece que te hayan bajado los
controles al 2 y de repente te sientes con ganas de hacer NADA. ¡Venga venga!,
que tienes unos minutos preciosos para vivirlos de la mejor forma posible.
¡Aprovecha!.
Me desperezo, preparo un café y busco un cigarrillo. Busco, pero no
encuentro. Dios!. No tengo tabaco. ¡Hop hop. Arriba!. Aprovecharemos esta
estúpida motivación para bajar raudo a por un poco de nicotina que calme mi
ansiedad.
Entro en ese bar que todos tenemos debajo de casa donde ya te conocen los
clientes y empleados, con los que intercambias estúpidas frases sobre el
tiempo, la crisis, el fútbol y demás chorradas.
Me pongo de puntillas medio subiéndome a la barra con mi billete de 5€ para
que me cambien en monedas, con esa cara que se te pone cuando quieres que te
hagan caso pero no te ven porque eres el hombre invisible. Así, haciéndote más
alto, levantando la cabeza, las cejas y persiguiendo los movimientos de la
camarera como si fueras un radar con el objetivo bloqueado.
Por el rabillo del ojo, noto como alguien se pone a mi derecha con similar
actitud pero ganándome en altura, como si se me quisiera colar en la imaginaria
fila de clientes pendientes de servir.
Podría elevarme yo un poco más subiéndome al tubo "apoya pies",
pero no creo que eso sea correcto en alguien 40 años mayor que un niño de 10
años, que ese sí puede porque si no, no llega a la Coca Cola.
Le miro. Es un chaval de unos 18 o 19 años. Me recuerda a mi hijo.Tiene
cuatro pelos sin afeitar en la cara. Le cuelga un auricular cuyo cable se
pierde en un bolsillo probablemente enchufado al móvil donde suena su “pachum
pachum” o Mozart, quién sabe?.
Vaqueros “cagaos”, deportivas "Adidas" de esas que nunca han
corrido ni correrán y sudadera negra de "Monster" con capucha
descapotada que deja ver una buena mata de largo pelo sin peinar, negro,
ondulado y rebelde.
Pero lo que más me llama la atención, es su cara. No, no.... Mejor dicho…
Su expresión. Es una especie de mezcla de - ¡Hey, estoy aquí! y de – ¡Por
favor, Necesito que me escuches!.
Tiene tanta fuerza su semblante que me hace abandonar mi posición de
puntillas, cediéndole mi puesto para que le atiendan a él primero. Lo suyo es
realmente urgente e importante, pienso.
Cuando al final se acerca la camarera, miro a otro lado para que acuda a
él, y le dice.
-¿Qué quieres?.
-¿Aceptáis curriculums? , -dice él con voz quebrada con matices de
timidez y una cierta vergüenza.
- Bueno, Mmmm, sí déjamelo. – le contesta ella sustituyendo el
”NO” automático que tiene preparado para estas ocasiones por
el “Mmmm…”. Supongo que por respeto, pero dejándole claro que se lo va a coger
como podía cogerle la publicidad del centro de depilación por láser de la calle
de al lado. Papelera seguro.
El acierta a sacar de una carpeta de estudiante, de esas con pegatinas de
Alonso, del Madrid y la selección española, que dejan entrever su reciente o
actual niñez, una hoja escrita al máximo espacio, intentando ocupar
una carilla entera sin conseguirlo, porque tiene un escaso camino
recorrido y ni en estudios ni en experiencia laboral puede rellenar más de 3
cochinas líneas que estira todo lo que puede.
Me imagino a este crío yendo de bar en bar intentando trabajar. Me lo
imagino digiriendo su repentina madurez a palos.
Me imagino a su padre diciéndole hace unos días que su empresa ha cerrado y
que se va al paro. Explicándole que las cosas han cambiado y que si hace unos
pocos años los Reyes Magos dejaron de existir, que este año ni siquiera lo
serán los padres porque no hay pasta y ahora además, se ha caído también la
nómina sagrada que pensábamos que era imbatible y fija hasta la jubilación.
Mi mente juguetea con el miedo que se siente cuando de verdad tu
subsistencia no es segura. Cuando de repente te despiertas y ahí te encuentras
con una pesadilla. Cuando no vas a poder renovar como hasta ahora la Play
Station, o ni siquiera pagar el colegio, los libros.... Cuando puedes llegar a
perder la casa que llevas pagando toda una miserable vida trabajando, por no poder atender la
hipoteca.
Me imagino el vértigo que se siente cuando tienes un futuro en el que no
sólo han desaparecido las escaleras que subían al cielo, sino que además dudas
que el propio cielo haya existido alguna vez.
Me imagino cómo se pasa en poco tiempo de pensar el videojuego de
moda a tener que salir a la calle a buscar un empleo.. el que sea…. Algún
ingreso… Algo....
Mi angustia por no tener tabaco se esfuma en un "pis pas" y se
transforma en esa estúpida solidaridad que somos capaces de sentir por gente
que ni conocemos y por las que no vamos a mover un dedo para ayudar cuando
les vemos a diario en la calle, o en la tele.... Somos así de inútiles e hipócritas.
Con un “¡Gracias, Hasta luego!”, se incrustó de nuevo el auricular en la
oreja, me miró un segundo con cara de "¡Ya ves!" y salió supongo,
a intentar colocar otros currículums en otros bares.
Me cambian el billete. Saco el tabaco. Salgo y me enciendo un pitillo sin
poder apartar de mi mente la expresión de ese mancebo que ha aterrizado sin
ruedas en la pista de la vida.
Le admiro. Ha tenido la hombría de rellenar esa hoja con el orgullo de
alguien que no se resigna a tener un indigno futuro. A ayudar a sus padres
en la responsabilidad de mantener a la familia. Porque al final se ha dado
cuenta de que nadie da nada por nada y en la lucha y en el camino recorrido
ocupa uno la mayor parte de la vida. La buena y la mala.
Suerte querido niño. Porque en el fondo lo eres aún, aunque te hagan jugar
en la liga de los mayores que hemos estropeado, siendo incapaces de dejarte seguir disfrutando
de tu inmadurez un poco más tiempo.
Sigue luchando porque lo
conseguirás. Tus padres estarán orgullosos de ti y los hijos que tengas,
mamarán de esa coraza que estás desarrollando para sobrevivir sin perder la
sonrisa.
Si te encuentro en el camino y puedo darte trabajo, lo haré encantado. Porque
sé que aprenderás rápido lo que no sepas y te dejarás la piel en tu empeño por
hacerlo bien.
Intentaré compensar en lo que pueda tu robada juventud.
¡Suerte Chaval!. Necesitamos gente con agallas como tú.
Mucha suerte, querido niño!
Sin palabras, me dejas sin palabras. Pertenezco a esa generación que al volver la vista atrás contempla las ilusiones rotas, el tiempo perdido creyendo que habíamos construido una España mejor. ¡Una mierda! Y lo más triste es que, a estas alturas, uno ya no sabe que hacer, que decir y cómo enfrentarse a una situación que se hacee cada día más insostenible. ¿Qué no hicimos bien?
ResponderEliminarPues Tomás. Por lo qué dices quizás tú ibas bien, al igual que otros que no tomaron el camino de la codicia personal, de la pérdida de valores y que prefirieron poner por delante el "todo vale" antes que la coherencia y la honestidad. Al final, siempre, los mercados, como los ríos desviados, vuelven a su cauce... y nuestro río fue cambiado de su ruta natural demasiado y demasiadas veces para el beneficio de unos pocos, que ahora además, se mueren de risa..
ResponderEliminarGracias por tu interesante comentario.