viernes, 20 de agosto de 2010

El "pobre" Pedro (y 2)

(viene del articulo anterior El "pobre" Pedro 1)

Volví a los dos días al mismo cajero. Pude ir a otro, pero forcé mi visita a ese porque quería sentirle de nuevo. En realidad, no sé porqué lo hice… Quizás necesitaba una dosis de esa mirada de felicidad que me había regalado ya anteriormente y que me gustaba.

Allí estaba de nuevo en su sitio. Me reconoció de lejos y me volvió a sonreír saludándome efusivamente..

No lo pude evitar.. Me acerqué a él y como de si un familiar lejano de esos que te encuentras en las bodas y los funerales se tratase, empezamos a charlar. Le interrogué que cómo se llamaba, que qué tal estaba, a lo que me respondió que “bien”, como extrañándose de mi pregunta. ¿Porqué había de estar mal? , creo que pensó..

Me contó que lleva “por ahí” 15 años desde que se peleó con su mujer, porque era “una mujer mala” y la pilló en la cama con otro. Evidentemente guerreó con su media naranja (o limón en este caso) por lo que fuera y es evidente también que perdió él la batalla, porque se quedó sin su casa y sin su dinero, según me remató cabeceando mirando al suelo, con un pensamiento del tipo de “cagüen la mar”.

Le dije que si necesitaba algo, que si quería que le buscase un sitio donde dormir, que tenía (y lo tengo) un hermano que no se si tiene buena relación con gente del Cielo, pero seguro que sí con la de la Iglesia, porque trabaja en ella y que podía ayudarle a dormir bajo cubierto en alguno de los albergues de beneficencia que hay habilitados para estos menesteres.

Se me fue durante un segundo el santo al cielo con un pensamiento sobre si los refugios tienen aire acondicionado como el cajero. Pensamiento, que desestimé “ipso facto”, por heavy.

Pedro, apresuró a decirme que “¡No!”. Que no quería nada de eso, agitando su índice libre (el otro estaba aún apretado en su mano con forma de cazo). Que él allí, “estaba bien”.

Hice otro intento de ayuda por el lado de la comida y le pregunté si tenía hambre. Qué si quería, nos íbamos al bar de enfrente y nos arreábamos un bocadillo, que yo le acompañaba.. y me dijo que ya había comido. Que había un carnicero muy amable, que todos los días antes de cerrar a las dos, cuando se pasaba por el puesto, le daba un panecillo tierno, lleno de “unos días de chorizo, otros de jamón”, o de lo que fuera y que estaba muy rico. -“Bah!. Si yo como de todo!”, murmuró.

Me interesé por su edad y me reconoció que no la sabía, pero que sí recordaba que había nacido “en la guerra”. Cuando le dije que si el año podría ser el 1936, me dijo abriendo los ojos como platos:

-“Sí, eso, ¡ en el 36 !, ¡ tengo 64 años para hacer 65 !”.

Durante un segundo, me hizo dudar de si la resta era correcta y comprobé evidentemente que no. En realidad, Pedro tiene 74 para hacer 75. En un momento de estupidez propia de una mente de ciencias puras como la mía, estuve a punto de corregirle, pero decidí no hacerlo. Creo que algo le ayudará en la salud y en el ánimo, creer realmente que tiene diez años menos de los que su ya arrugado cuerpo tiene.

Le pregunté también si tenía familia y me asintió con un gesto de poco convencimiento, que tenía dos hijas casadas. Que la semana pasada una de ellas incluso se le había presentado allí para llevárselo a su casa, pero que la mandó ”a cascala”, porque no le apoyaron cuando podían haberlo hecho y que ahora ya “se les había pasado la vez”.

Sobre la marcha, pensé que debía contar su historia, no solo para entretener a los que me vais leyendo, sino para.., no se… , lograr que la gente le conociera, que le ayudase. Se me ocurrió que podía abrirle una cuenta a su nombre en esa misma sucursal con lo que los internautas del facebook o el twitter pudiéramos ir aportando unos eurillos “tacita a tacita”, e ir solucionándole lo básico al amigo Pedro.

Le pedí permiso para hacerlo y me dijo muy serio -”Se dice el pecado pero no el pecador”. Que sí, que lo hiciera, pero sin dar señas ni de su nombre ni de su ubicación GPS.

Cuando le inquerí extrañado que porqué no quería identificarse, me soltó:

–“Porque si no, los malos, vendrán y me pegarán”.

– “¿Los malos?. ¿Quiénes son los malos?”, le pregunté preocupado.

– “los cabezas rapadas. Ya me han cascado dos veces”, me dijo agachando la cabeza con sus ojos brillantes probablemente recordando la última paliza.

-“Pero… y no llamas a la policía?” , le dije, por decir algo.

–“Sí. Lo hice la primera vez, pero no sirvió de nada. A lo que llegan, ya puedes estar enterrado en el cementerio”, me contestó.

Agotado mentalmente por tanta información importante y rara para mí, decidí dejarlo estar y posé discretamente un billete en su mano, que se cerró de forma refleja como un cepo de osos al sentir el tacto nunca olvidado del papel-dinero en su piel y me despedí de él sin más..

El, con el dedo que había usado para negar mi ayuda hacía un rato, mientras yo me alejaba con la cabeza vuelta hacia atrás, me señaló con una sonrisa, diciéndome con mirada de duende:

-“Tú sí que eres un hombre bueno…”

Marché a casa manteniendo viva esa charla en mi mente durante un buen rato y dándole vueltas y más vueltas a su última frase..

Con una sensación de menos ridículo que la vez anterior al menos, volví al día siguiente al cajero a visitarle, pero Pedro ya no estaba. Y desde luego de vacaciones, no se había ido… El no las necesita como nosotros, los mortales.

Buscándole sin éxito con la mirada por los alrededores, sentí una triste soledad. Ese sentimiento que se tiene cuando llegas a pensar que algo bonito que te ha ocurrido quizás sólo haya sido un sueño y que Pedro quizás sea un Angel que quien sea nos pone a veces en el camino, para restaurar los valores humanos importantes.. Para calibrar correctamente nuestro “medidor de felicidad” desfasado y mentiroso y hacernos dudar al menos de si realmente somos buenos, o no…

Ya no lo he vuelto a ver… Salud y mucha suerte “pobre” Pedro, estés donde estés.. Gracias por ayudarme a corregir mi camino hacia la Felicidad…

4 comentarios:

  1. Querido amigo, enhorabuena por esta reflexión compartida,que nos ayuda a hacer un necesario ejercicio de sinceridad y verdadera autenticidad.

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  2. Es muy bonito y sano para el cuerpo sacar esas lágrimas que en nuestro corazón se mantienen ocultas, dispuestas a resbalar con total sinceridad. Cuando se escuchan palabras que hacen de verdad, desinflar nuestro pesado corazón.
    Eres un autentico mago tío, por Pedro.

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  3. José Luis, gracias por compartir con nosotros esta conmovedora historia de fuerza, de vida, de felicidad. La felicidad no está en las cosas materiales está en nuestra predisposición a la vida.

    Mucho tenemos que aprender de Pedro y no al revés.

    Un abrazo
    Bruno

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  4. La historia de Pedro rezuma tanta sensibilidad y autenticidad que me lleva a pensar que a muchos de nosotros nos vendría bien conocer a un "pobre pedro" que nos permita recuperar la sonrisa sincera, el gesto amable y esas pequeñas cosas que son las que, en definitiva, nos hacen grandes.

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